Durante estos tres años forjaron amistades como enemigos; se enamoraron y se decepcionaron, aprendieron y reprobaron; durmieron y en su mayoría se desvelaron por prácticas finales. Todo por el cumplir con un propósito: terminar el CBTis 76.
Es tiempo para cuestionarse si todo esto ha valido la pena, y no contestar que si solo por recibir un diploma o el certificado; sino por la evaluación de su vida en esta etapa con tres simples preguntas: ¿Quién soy ahora? ¿Qué he aprendido que me sea útil? ¿Disfrute cada momento de esta etapa y soy feliz? Las respuestas son personales, no se les dirá que contestar, porque solo una conciencia limpia y un alma en paz, podrá darles esas respuestas y evaluarse a sí mismos.
Para los que somos profesores, muchas veces nos cuestionamos (aunque no lo parece) si ¿hemos hecho bien por los jóvenes que hemos instruido?, ¿no habremos abusado de ellos? ¿Estuvimos a su lado en momentos que nos necesitaban? ¿Serán mejores profesionistas y seres humanos que nosotros? Igualmente esto es personal, y sabemos que se dan cuenta de nuestras relaciones entre compañeros docentes, y eso también es cátedra, es una clase de vida.
Lo cierto es que el paso del tiempo es consorte del olvido. Quizás en unos años se olviden de sus amigos y de la escuela, como los maestros de los alumnos. Lo que no cambia son los propósitos de vida. El día de mañana, ustedes jóvenes serán los que dirijan el rumbo del país, serán los padres de familia que exijan calidad en la educación, serán los empresarios y generadores de empleos, los arquitectos e ingenieros que diseñarán las ciudades, los médicos y cirujanos que salvarán vidas, los contadores y auditores que cuidarán el dinero de otros, y los profesores que instruirán nuevas generaciones.
El futuro les es distante pero llegará, y esperamos que les sea de beneficios, de provecho, oportunidades y triunfos. Se puede decir el orgullo de haber participado en su instrucción, pero mayor orgullo será verlos trabajando en lo que les gusta con un título y un sueldo.
Por lo demás, el final de este discurso será siempre el mismo, “no se les desea más riqueza, ni más propiedades, ni más salud; solo se les desea que sean más felices de lo que son hoy”.